Los autores de este libro observan que, en los primeros años del siglo XX, en el imaginario de las elites, los jóvenes en la Ciudad de México eran considerados, salvo excepciones, dependientes, sin capacidad de decisión individual y política. Por lo tanto, las instituciones creadas para su atención, pretendían modelar y fijar determinados parámetros de conducta, predominado así una visión externa. Sin embargo, no obstante, ciertas continuidades, desde la segunda mitad de ese siglo, los jóvenes cuestionan el orden establecido, se agrupan en organizaciones políticas y culturales...