Tierra de lagos y pantanos

El juguete rabioso es la primera novela de Roberto Arlt, una obra en la que se narra en cuatro episodios la lucha del adolescente Silvio Astier para escapar de la miseria y la humillación en las que vive. Siguiendo el modelo de la novela picaresca, el héroe –o mejor dicho, antihéroe– trata de conseguir un destino mejor, pero solo obtiene fracasos, moviéndose en un mundo repleto de personajes hostiles y desesperados que Astier soporta con resignación: “Ya no tengo ni encuentro palabras con las que pedir misericordia. Baldía y fea como una rodilla desnuda es mi alma”. Las...

Aunque los escépticos afirman que El Necronomicón es un tomo fantástico creado por H.P. Lovecraft, los auténticos investigadores de los misterios esotéricos del mundo saben la verdad: El Necronomicón es un volumen blasfemo de conocimiento prohibido escrito por el árabe loco Abdul Alhazred. Incluso hoy, a pesar de las tentativas por destruir todas las copias en cualquier idioma a lo largo de los siglos, aún existen algunos ejemplares, escondidos. Dentro de este libro encontrarás historias, ensayos y diferentes versiones acerca del libro blasfemo. A través de los testimonios de Robert ...

En el siglo XVI Isaac Halevy, que junto a otros criptojudios huye de la Inquisicion rumbo al Nuevo Mundo, funda en un lugar perdido de la selva mexicana un reino que llamara la Segunda Jerusalem de la Nueva Sefarad de las Indias. Casi quinientos anos depues arriba a las ruinas de ese reino, hoy una aldea de indios hebreoparlantes, David Kaminsky, un ciudadano israelita que busca una de las tribus perdidas en la antiguedad. Su aparicion desencadenara entre los indios -tal como, segun nos enteramos, ha venido sucediendo ciclicamente con el transcurrir de los siglos- emociones y comportamientos...

Ya puedes ser mi mujer: "—Oye —agarró a su novia por los hombros— ¿Qué nos pasa de un tiempo a esta parte? Te digo, Natalia, lo mejor es casarnos. Yo no aguanto más. Antes, todo nos lo impedía, pero ahora... —Hablaremos en otra ocasión, Santi. —Hablas con acento cansado. Como si todo te aburriera. —Pues yo no tengo la culpa. —¿Y la tengo yo? —casi exaltado. —Tampoco. Ya discutiremos eso en otra ocasión, ¿te parece? Santi la apretó contra sí. ¡Era tan linda y tan maravillosamente femenina! Y tan bella... Él la quería. —Hace un siglo que no nos besamos —dijo...