Cantares gallegos

Ruinas, de Rosalía de Castro, es una entrañable historia centrada en la sólida amistad y solidaridad entre tres habitantes de una pequeña villa gallega, ejemplares por sus valores morales, pero inadaptados en un medio social opresivo a causa de su independencia y libertad

La vida parece seguir su curso para Elías y Sofía tras la desaparición de Leo. Tienen dificultades adaptándose a esta nueva realidad. Dejar atrás no es tan fácil, menos cuando sucesos extraños se desarrollan a su alrededor y la idea del viaje en el tiempo va ganando credulidad. Su vida toma un nuevo significado, más allá de su comprensión.

Imagina despertar en un lugar sombrío, atado de pies y manos, sin recordar cómo llegaste ahí. Esta posibilidad inaudita acaece sobre un reconocido abogado de ciudad. La tortura y la muerte acechan en la oscuridad perenne. Con el devenir del tiempo irá descubriendo las monstruosidades de las que el ser humano es capaz.

«Arrasa a los falsos predicadores, aquellos que claman contra mi nombre y lo ensucian al pronunciarlo. Tú serás el Segador. Aprenderán a temerte porque sabrán que tu palabra es la mía». Un asesino despiadado, conocido como el Segador, está torturando y matando a párrocos en el interior de sus iglesias; firma los crímenes con una cita bíblica escrita con sangre, y luego prende fuego a los cadáveres. Un ritual cuyo fin aparente es desatar el caos. Acompañado por el agente Erik, Javier Aguirre, detective de la Brigada de Intervención Especial, asiste impotente a un asesinato tras...

Comedia. Emilia Pardo Bazán Fragmento de la obra Parece tonto esto de narrar cosas que pueden verse solo con asomarse a la ventana o a la puerta. Por puertas y ventanas trepan al asalto la helada, el bochorno, el tráfago y las impurezas de la vía pública... ¡Quién poseyese una urna hialina, y en ella se claustrase, aletargándose antes como los milagrosos faquires! Dentro de la urna, tapadas con cera las aberturas de los sentidos, revulsa la lengua para obturar la laringe, allá el dolor que revolotee y entenebrezca el aire. ¡Dolor! ¡Dolor ajeno, sobre todo! ¿En qué nos atañe? ¿No ...