Los escorpiones

En esta novela, Payno retrata al México del siglo XIX —desde el mismo ambiente hasta la descripción de los personajes— y despliega una historia romántica acerca del amor imposible entre Mariana del Sauz y Juan Robreño. Éste, impulsado por las adversidades y su infausto destino, decide crear a Los Dorados, pandilla de famosos ladrones que robaban a los ricos y daban a los pobres, y que pertenecía asimismo a Los bandidos de Río Frío, gavilla comandada por un coronel que en la vida real sirvió al mismísimo general Santa Anna.

Hace treinta a os lleg un se or a la oficina de Peter Wenders, present ndose como Harris Burdick. Le cont que hab a escrito catorce cuentos y llevaba un dibujo de cada uno. Peter Wenders qued fascinado con las ilustraciones. Dijo a Burdick que le gustar a leer los cuentos lo antes posible. Hasta la fecha, Harris Burdick sigue siendo un misterio absoluto.

Es Tenma quien ha destruido mi vida. . . %13 Eva tiene un odio inconmensurable hacia Tenma. Pero es la única persona que podría testificar para demostrar su inocencia. Se niega a hacerlo, pero luego decide ayudarle tras aceptar recordar lo que vio. ¡EVA VIO A JOHAN! Mientras, la %13mano malvada%13 de Robert, que quiere matar a Eva, se va acercando lentamente a ella. . . La clave para resolver el misterio está en la mansión de las rosas rojas. Tenma, Nina y Johan se dirigen por separado hacia ese lugar. ¿Qué está pasando ahí? ¿Y por qué motivo? ¿Quién es en realidad Franz...

Descubre al hermano de Judy Moody ¡Qué porquería! ¡Qué peste! ¡Qué hedor! Explora con Stink la Máquina de Vómitos, el Medidor de Eructos o los Pedos Musicales que se encuentran en la Exposición de Porquerías organizada por el Museo de Ciencias, y descubre con él que su nariz tiene increíbles poderes. Desde hace tiempo Stink está interesado en todo tipo de cosas pestilentes. En esta ocasión él y su mejor amiga ¡se presentan a un concurso de zapatillas apestosas! Así comienza Stink y las deportivas más superapestosas del mundo: ¡Qué porquería! ¡Qué peste! ¡Qué hedor!...