La octava punta de la estrella

Había una vez un chico al que llamaban Domingo Faustino. Dicen que nunca faltó a clase ni siquiera cuando llovía. ¡Qué gracia! En San Juan, donde nació, nunca llueve en época de clases. En estos cuentos, Sarmiento no es un prócer. Es un chico. Un chico con un papá y una mamá, un chico que juega a los soldaditos, que tiene miedos y sueños. Un chico como vos.

El último día de Marina en la ciudad. Un viejo pintor incapaz de concluir la que será su última obra. Un grupo de universitarios en el último curso de carrera. Un martes cualquiera del último año del siglo XX. Casi azul, casi triste es una novela de finales. De finales que suponen un punto de partida. Y una canción de Elvis Costello, un beso guardado en un frasco de cristal, Montevideo como una promesa, como una entelequia hegeliana. Todo ello con la personal prosa poética de Julio Oliva, cargada de melancolía, de amor, de huidas hacia delante, porque, en definitiva, todos tenemos...

¿Alguien tiene una nave espacial con la que pueda escapar a otro planeta? ¡Por favooooooooooor! ¿Qué voy a hacer? ¡Esto es PEOR QUE EL FIN DEL MUNDO! Durante tres meses he sido feliz porque: He ido a la playa. He dormido hasta las tantas. He visto telebasura hasta que mis neuronas han empezado a suicidarse. Y, sobre todo, porque no había clase. Esta mañana, a las 8:30 horas, he celebrado mentalmente un funeral en honor a porque: Ha empezado el instituto.

Cale y sus amigos han conseguido la primera de las seis semillas que necesitan para que los árboles parlantes vuelvan a crecer. Rídel les revela que la siguiente está en el laberinto del Baobab, un entramado de raíces subterráneas que lleva agua a las cosechas. Entrar en el laberinto es muy peligroso, pero ellos están dispuestos a arriesgarse. Lo que no saben es que dentro del túnel alguien o algo les está esperando...